SABOTAJE... / Jq. Ruiz Millet
Relatos breves
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Padres ejemplares
Fue una cosa rápida. Me pasó con nueve años en el Pryca. Mientras llenábamos el carro mis padres me daban una botella de Dan’Up y luego la tiraban por ahí. Pero ese día mi madre se llenó el bolso de tonterías y se olvidó del bote vacío. Al pasar por caja los guardias de seguridad le preguntaron qué había cogido y venga: «Señora, al cuartelillo».
"El cortauñas", pág. 109
Atracos
—Venga, vamos, que somos dos. Primero tú.
Le pido cinco duros.
—Lo siento, es que no llevo nada.
—Dámelos.
—Pero si no tengo.
Lo registro y le hago una señal a El Toyson de que está limpio:
—Oye, chaval —le dice acercándose—, esa sudadera me gusta. Pero mucho.
Y entonces yo:
—Dame, que me la pruebo.
—No, no, que no es mía —se pone el chaval—. Que si no… mi madre me pega.
Y el caniche ahí por el césped, como si no fuera con él la cosa.
—O se la dejas probar… —dice El Toyson—, o yo y ese te reventamos la cabeza.
"Glorias", pág. 139-140
Arte i adrenalina
—¡Estás loco! ¡Te vas a matar! —gritan, pero yo, ni caso.
—Venid, coño, venid —reacciono, agitando el brazo.
Y sigo animándolos:
–Venid, coño, venid. ¡Venid! —pero están jiñados.
Y firmo colgado a diez metros del suelo. Pasando de todo. Cuando se oye un frenazo.
"Sabotaje: Arte / Adrenalina", pág. 177
Fugas de casa
—¡Omar, un poli pregunta por la mama! ¿Te pasa algo? ¿Hiciste algo?
—No —cagado de pánico—. Nada.
—Ah, pues vale, yéndose a la entrada.
Reconozco la voz del madero.
—No está, ya se lo he dicho antes.
—Y tú, ¿quién eres?
—La Saray.
Lo observo a través del espejo de la cocina. Saca unos papeles:
—La hermana de Omar, ¿no? —Y con una voz muy seria—: ¿Es usted mayor de edad?
"Historia de Omar", pág. 195
De Fiesta
—¡Pero si solo es un Ibiza! —gritan las rubias, y el Sebas más picado, tapándole el paso cada vez que se amorra.
Las chicas lo animan, pero lo consigue y nos corta. Empiezan a insultar al Sebas y a pegarle.
—¡Bieeen! —gritan histéricas, viendo que reacciona y acelera tirándose a la izquierda.
Se vuelve loco: el Ibiza, por el carril de la derecha; nosotros, por el de la izquierda; el del centro, vacío; y al fondo un embudo de bares y coches aparcados a ambos lados. Cuestión de huevos: o frena uno de los dos, o nos matamos todos. ¡A muerte!
—¡Toma! ¡Eso es jugar fuerte!
—¡A que no freno! —grita el Sebas, girado hacia ellas.
—¡Frena! ¡Frenaaa!
Me tapo los ojos:
—¡Dios! ¡Diooos! —grito, en medio de un chirrido infernal.
"Me vendería por...", pág. 177
Fantasía
—Yo tampoco —dice el Morcilla, feliz, sin darse cuenta de que baja por la cuesta un furgón de los Nacionales, que reduce la velocidad. Se nos quedan mirando.
—Otra vez, no —dice sin abrir la boca.
Y ya estamos en nuestro barrio, oímos cómo dan las doce en la plaza y nos abrazamos. Me tumbo en la cama sin quitarme la ropa, con la risa floja y los ojos cerrados, pensando en un anuncio que vi por el camino. No me acuerdo de qué iba, pero decía: Pura Fantasía.